Recorriendo el Convento de Santo Domingo

A pesar que me gusta recorrer mucho los edificios históricos de mi ciudad, era la primera vez que ingresaba a este convento. Al parecer había quedado escondido en mi lista. De niño tampoco lo había visitado en el colegio, será porque es muchas veces opacado por el de San Francisco, cuyas catacumbas siempre llaman mucho la atención de los amantes de lo misterioso y enigmático. Su verdadero nombre es Basílica Menor y Convento Máximo de Nuestra Señora del Rosario, pero por ser de la orden de los dominicos todos lo conocen como Convento de Santo Domingo. Está muy unido a la historia religiosa del Perú, ya que alberga las tumbas de los santos más famosos de este país: Santa Rosa de 

Lima y San Martín de Porres.

Santa Rosa en sus últimos días dijo “Hago donación de mi cuerpo a mis hermanos Dominicos“.  El caso de San Martín es más protagónico pues vivió en este convento y quienes hayan visto las películas biográficas del santo, podrán conocer los lugares donde se dieron varios episodios de su vida: La escalera donde el diablo se presenta para tentarlo, el dormitorio donde el perro, gato y ratón comían del mismo plato, y el altar donde fue visto levitando.  Mas allá de los relatos religiosos, la arquitectura del Convento es realmente hermosa, compitiendo  incluso con los mejores conventos de Arequipa y Cusco. Los techos y muebles tallados con cedro de Nicaragua son joyas artísticas. Tuve la suerte también de presenciar la salida de la procesión de San Juan Masías (el tercero de los santos peruanos), por lo que mi recorrido fue muy singular. El circuito termina por lo general con la subida al campanario, una torre muy antigua desde donde se puede observar todo el Centro Histórico de Lima (solo apto para mayores de 18 años por reglamento interno, además hay que gozar de buena salud para poder subir la empinada escalera de madera).